Iniciamos dentro de este blog una sección dedicada a la novela "Gades y Camaalot" de Michelangela Valeria (Sevilla,2007), la cual se enclava dentro de la novela artúrica contemporánea abarcada en el ensayo " La magia celta según G.A.Bécquer, Oscar Wilde y la novela artúrica contemporánea" (Sevilla 1999)y que, a su vez, es una condensación de "El hada blanca " y "Ector , el príncipe de negro", de la misma autora, y también objeto de estudio en la obra antes mencionada . En la entrada de este blog titulada "La novela artúrica del siglo XXI..." el análisis de las dos novelas antes citadas ofrece las claves para comprender a fondo toda la simbología y bagaje estético-antropológico de este relato que ahora comenzamos a publicar en este blog
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A estas alturas Wenore ya era capaz de percibir cada guijarro bajo los cascos de su caballo. Y temía que el sudor traspasara el brial y su capa de viaje así como que manchase las burdas gualdrapas de su cabalgadura, estampada con el mismo dragón rojo y serpentino de la ondulante enseña inmensa que presidía el cortejo. Junto a ella, tan sólo una dama – no había consentido en llevar consigo a nadie más. Incluso le parecía excesiva aparatosidad la de su séquito – un heraldo, la dama Clarissant y tres guardias de escolta. Tenía la impresión de estar exhibiendo un fracaso – su vientre yermo le pareció de pronto especialmente vacío. Había sido, como de costumbre, idea de Lady Gaynour.
_ Debéis acudir a él sin más demora, mi dulce señora – Mientras, la dama iba acariciando las sienes de su reina, llevada por una ternura que sorprendentemente, siempre había tenido el privilegio de poder demostrar más allá del obligado distanciamiento requerido a cualquier otra dama de aquellas que suspicaces, permanecían en casa, al margen – por expreso deseo de la propia Wenore y de Lady Gaynour, cómo no – de la delicada razón propiciatoria de aquel viaje inesperado. Y la trascendencia del asunto lo hacía doblemente frágil. Según lo contado por Lady Gaynour, el problema sucesorio ya era algo que sobrepasaba la simple frustración de Wenore.
-- Los monjes de Alban se están impacientando, mi Wennie….
¿Por qué el Rey debiera haber sido tan conmovedor justo en ese momento? Wenore recordaba el azul grisáceo enternecido de sus ojos. Y aún vibraba allí, en ese hueco que ahora debería estar pleno de fecundidad. Y se le henchían los senos, ya de por sí rebosantes de plenitud redonda y pálida, lo único que encontraba exuberante en su frágil persona. Quizás lo que hacía jadear al Rey sobre ella durante las visitas periódicas en las que buscaba sembrar futuro dentro de las rebeldes entrañas de Wenore.
-- Alban….¿el sobrino del santo Patricius?
-- Y al que pretende emular. Careciendo de la santa impronta de su tío, siente que debe suplirla con la imposición de su voluntad al resto de los monjes. Has de saber, mi señora, que su antigua fidelidad a la diócesis de Roma – No olvides que, como Patricius, él también se educó allí – se ha transformado en total sumisión, algo que puede crear enfrentamiento entre tantos monjes que ya tiene seducidos – algo de la sagacidad y don de atracción de su venerado ascendiente ha de quedarle – y los que se mantienen fieles a la autoridad real. Mi reina…. Mi dulce reina…. –El ser interior de Wenore comprendió bien aquella pausa temblorosa. Se palpó el vientre de forma ostensible. El Rey, confundido, comenzó a advertir con embarazo que ella lo había entendido. – Están pensando en enviar noticias a Roma sobre….
-- …la falta de herederos – Wenore luchaba para reprimir un estallido de brutal franqueza –
…. ….. ¿Acaso ya….han encontrado….algún seno regio, lozano y fértil? - ¿Pudiera ser que
un centelleo parecido a una lágrima hubiera surgido en aquellos ojos azul y grises largamente amados?
-- Mi reinita …. ¡no! – Una ráfaga espantosa había comenzado a apoderarse de ella, a punto de llevarla al desvanecimiento El propio Rey la ayudó a incorporarse. -¡Mi querida niña! …. No, aún no….aunque es obvio que Alban está ansioso por elegir a alguien que pudiera conseguirme un heredero de acuerdo con sus intereses….Un futuro rey que demuestre ser lo bastante
obediente a Roma …. Mi querida Wenore…. – El continuaba acariciándole el pelo destrenzado, justo antes de llenarla con su virilidad en un último intento de espantar aquel presagio. Esta tardía esperanza ahora la estaba iluminando levemente en su interior, conduciéndola hacia aquel “bangor” entre los bosques, dentro de aquellos racimos de robles largamente sagrados, donde el viento húmedo y aullante parecía encantar todo el lugar con el flujo procedente de los dioses antiguos, trayendo todo lo santo y maligno que pudiera estarse gestando allá….”incluso arrancar de cuajo esta maldita infertilidad “, pensaba Wenore. Había sido Lady Gaynour quien lo sugiriera al rey Artorius, el cual, según las palabras de la dama, “había mostrado la lógica ansiedad de un marido cariñoso”….Esto relajó la tensión de Wenore mas la vieja sospecha volvió : pudiera ser que no sólo hubiera sido aquella compañía de guerreros prestigiada por el tiempo lo que tiempo atrás había movido a Artorius a tomarla como su reina….dejando aparte los senos marfileños, de apariencia fértil, la única pincelada de sensualidad en ella si no fuese por aquellos ojos amplios, negros, ausentes….Tanto Dame Gaynour como ella habían parecido asombrosamente extrañas cuando por primera vez llegaron a la corte de Artorius …. Nada que ver con las damas rubias, sonrosadas, de pechos livianos, que levantaban miradas admirativas, devotas y respetuosas ante todos aquellos nobles guerreros, bastante diferentes de la contemplación anodina de sus súbditos masculinos, aquellos ojos que se esforzaban por no volverse rastreramente sensuales mientas alababan las joyas magníficas que centelleaban sobre el busto nada virginal de la novia Wenore. Durante mucho tiempo había creído que sólo había demostrado ser capaz de estimular lo más grosero de la masculinidad real a través de esta limitada exuberancia suya….lo cual también había engendrado cierto orgullo incipiente en ella, además de despertar su propia sensualidad desbordante.
Y esto también había hecho surgir aquella profunda culpa en su interior. Incluso había llegado a pensar que esta esterilidad suya era el castigo resultante de aquella orgullosa seguridad en sí misma, centrada en satisfacer la virilidad del rey. ¿Pudiera ser que también esto se estuviera encaminando hacia el final? – “Convendría que adelgazaras, mi Wenore . Este busto tuyo no es lo apropiadamente regio para exhibirlo en público “, Había entendido aquel mensaje, de vuelta a la intimidad tras un día entero celebrando Pentecostés, el día en el que los flamantes guerreros jóvenes prestaban juramento ante su Rey y Reina. De acuerdo con costumbres antiquísimas, habrían ayunado y abstenido de intercambio sexual a fin de fundir sus cuerpos y almas en perfecto equilibrio para afrontar aquel cambio en sus vidas. Así pues, creía el Rey, se esperaba que tuviera la apariencia que debía presentar una reina ante estos recién juramentados : distante, estilizada, sublimada – en absoluto dirigida a estimular cuanto yacía en lo más profundo de sus instintos. Quizás estaba perdiendo el único recurso para mantenerle seducido. No es que tuviese constancia de que él le hubiera sido infiel. Pero se sabía abiertamente que había tenido descendencia de alguna que otra mujer - quizás más de un hijo – antes de casarse con ella. Por consiguiente, habría obedecido la sugerencia de su señor de no haber sido por las restricciones aterrorizadas de Lady Gaynour. “ ¡Mi señora! ¿Acaso él está dispuesto a arruinar vuestra salud ‘? Ayunar sería algo de lo más condenable por vuestra parte, siendo tan liviana como vos lo sois”. Así pues, debía resignarse a ello. Además, incluso se sentía aliviada por su persistente infertilidad :la preñez haría crecer tanto sus senos que, a partir de entonces, su señor se resistiría a yacer con ella. Y ese pensamiento le acechaba el cuerpo y alma cada vez que el rey jadeaba sobre ella, desencadenando un estallido de repulsión hacia aquel trozo de carne bombeado dentro de sus entrañas, puesto que podría llegar a volverla repugnante incluso ante aquel que ahora se esforzaba por lograr placer dentro de ella. Pudiera ser bastante probable, que la rigidez que este pensamiento engendraba en su cuerpo con toda seguridad resultara ser infructuosa para la continuidad del linaje real. Quizás el propio Art se había resentido de ello. Pero ella no podía abrirle su pensamiento- Estaba abocada a arrodillarse ante lo que a la naturaleza pudiera complacerle hacer con su cuerpo, como se esperaba de una reina y proveedora de linaje real. Una proveedora de linaje real. De no resultar ser adecuada para ello, sin lugar a dudas el rey no estaba obligado a mantenerla a su lado. Seguramente la mandaría lejos….¿dónde? Quizás fuera devuelta a casa de su padre….¿resultaría ser lo bastante protector para una reina repudiada? De nuevo aquella bruma tan familiar se apoderó de su espina dorsal, precipitándose hacia los ojos de ella.
-¡¡¡ Mi señora….!!! – El grito de Clarissant mientras intentaba mantenerla firme en su caballo hizo que Wenore volviera en sí abruptamente. La reina hizo un esfuerzo para sofocar aquella ira súbita contra sí misma por haberse exhibido de forma tan desvergonzada ante sus escoltas, tan poco regia ....“ poco regia “ , aquella palabra frecuente en los labios de Artorius surgía de vez en cuando a lo largo de esta cabalgada en pos de un esfuerzo angustiado por hacer desaparecer la esterilidad y esta fuerza maléfica que una y otra vez la acechaba, llevándola al desvanecimiento y a desbordarse en lágrimas desesperadas, especialmente durante las menstruaciones, arrastrada por un flujo salado de sangre yerma, sin vida. Despertada con brusquedad, la apurada Wenore se encogió de forma imperceptible, temiendo que esta debilidad nada regia suya la hubiera delatado ante estos subordinados, cuya distante lealtad veneradora, consciente de su función yerma e inútil como esposa real, fatídicamente pudiera comenzar a difuminarse, conduciendo sus ojos hacia la curva de su busto, que ella ocultó a toda prisa con su capa de verano. Esta chica …. Clarissant….había sido misericordiosa al respetar su deseo de silencio. ¿Qué otra cosa si no se podría esperar de una dama de compañía de rango superior, próxima a la estirpe de Artorius – hermana de los hombres de mayor confianza del rey, Gawain, Gaheris y Gareth, hijos de su propia hermana? De morir el rey sin herederos – este pensamiento de nuevo desencadenó lágrimas en los ojos de Wenore –según Margawse, la desafiante hermana de Artorius, uno de sus hijos podría resultar ser propuesto como futuro rey. Esta opinión blandida por la hermana de radiante cabellera y regia estatura para afirmar su supremacía sobre la oscura y leve Reina Suprema sorprendentemente había resultado parecerle una luminosa perspectiva a esta “ desdichada reinecita” ¿Por qué debiera seguir buscando de forma incansable un remedio para esta ausencia de fecundidad, aparte de lo que pudiera afectar a su orgullo femenino?
- La facción de Alban me ha exigido un hijo mío como heredero. Saben que ninguno de mis sobrinos se doblegará ante ellos, sobre todo ya que….-- Arth había intentado dirigir la más aguda de sus miradas hacia el interior de los ojos temerosos de ella, quien intentaba intuir que algo trascendental iba a serle comunicado -- ….este tipo con hábito de monje …. al fin ha llegado a cautivar a nobles señores como el mismo rey Bagdemagus….
.- No es más que un señor menor, mi señor – La impaciencia de Wenore provocó un gesto de disgusto que Artorius intentó reprimir….
-¡Mi ingenua Wenore! Sus tierras, que verdaderamente le pertenecen por herencia familiar, son inmensas. Recuerda, soy el Rey Supremo tan sólo debido a la fidelidad de tantos hombres leales…. – Esto era bastante evidente para Wenore , especialmente ahora, contemplando su propia ropa de viaje, de tonos anodinos, tan descoloridos como aquellos tapices que solía tejer de modo incesante a fin de proteger las paredes de sus aposentos de la crueldad invernal …. Afortunadamente, había sobradas doncellas y damas de rango inferior para hilar todo el algodón que requerían.¡ Una auténtica bendición para ella, poder ser aliviada de aquella carga nada creativa! Al menos, la confección de tapices la animaba a tejer diseños que, pese a su mediocre falta de color, llegaban a ser ricamente complejos, raros…. de lo cual ella misma se maravillaba: algo parecido a serpientes largas, descomunales, exhibiendo unas alas parecidas a las del murciélago, así como una especie de doncellas dotadas de cola de pez. Con toda seguridad toda esta inspiración procedía de aquellos dibujos de deslumbrante colorido que tan a menudo había contemplado en los libros de su padre, aquellos que Leodegranz una vez encargara ilustrar y encuadernar en cuero en el monasterio de Iona.. No tenían precio ; el propio Artorius jamás se habría podido permitir uno con sus simples medios ….ni jamás en su vida los poseería. El mismo rey Leodegranz había obligado a su hija casadera jurarlo por la supervivencia de su alma y la de la difunta madre de Wenore en el Reino Alternativo, que jamás revelaría ningún indicio a nadie acerca de estos códices de colores intensos…. Ni siquiera a este brillante, atractivísimo Rey de Reyes - ¿había sido este sonoro título lo que había movido a Leodegranz a casar a su hija con este valeroso señor de escasa riqueza? Hacía tiempo que esto le había dado mucho que pensar y, obviamente, le había acarreado una crisis espiritual durante sus primeros años de matrimonio: ¿acaso no había prometido completa fidelidad a su rey y señor? Cuando posteriormente el rey Leodegranz murió de forma prematura y, por consiguiente, su reino quedó bajo el dominio de Artorius por pertenecer ya a su esposa, ella dio por sentado que aquellos manuscritos atesorados por su padre finalmente habrían sido descubiertos por algún sirviente que inmediatamente informaría a Artorius.
¡¡¡Mi reina!!! - El grito sofocado de Clarissant sacudió los pensamientos de Wenore para reparar en lo que había espantado a la joven dama: un fantasma colosal, parecido a un esqueleto, se extendía allá arriba, llegando a aterrorizar a sus caballos.
-La Gran Yegua…. – Las palabras hipnóticas e inexpresivas de Wenore inquietaron a la joven de manera aún más profunda – Lady Gaynour nos avisó ….aunque yo no la esperaba tan espectral.
Clarissant estaba maravillada ante la compostura, inusualmente firme, de la reina al enfrentarse a lo que aún la mantenía sumida en un silencio helado similar al de los hombres a caballo, cuyos rostros en blanco claramente reflejaban todo cuanto habían aprendido sobre épocas remotas, de cuando se decía que la diosa Rhiannon se había hecho grabar en aquella ladera donde, en forma de yegua, podría velar y proteger a sus hijos. Por esa razón, en la parte posterior de la colina se había erigido un colegio druídico donde el antiguo saber llevaba siglos protegido no sólo por los sabios del pasado sino también por los monjes cristianos venidos de tierras irlandesas para fusionarse con los hombres santos que veneraban todos los rostros vivos y variados de Dios, visibles en la misma naturaleza.
Y allí, en aquel conjunto de chozas detrás de aquella señal terrible en forma de yegua, Wenore esperaba hallar alivio para ambos tormentos: el que yacía en el interior de sus partes íntimas y aquel que la invadía de tiempo en tiempo, arrebatada por una ráfaga de postración horrorizada, en parte debido a las limitaciones impuestas por la esterilidad, en parte derivada de aquella ansiedad que surgía en aquel infértil seno suyo desde no sabía cuándo, algo que databa de su más temprana infancia, algo que ella siempre había creído perteneciente a otro lugar mucho más lejano, en cierto modo más etéreo que esta anodina realeza suya, reducida a una cámara protegida por raros tapices entre pocas damas de compañía, tan sólo exhibiéndose en escasas festividades públicas cuando la reina de Artorius era forzada a estar a su lado pese a su papel estéril ….como lo había hecho en el último Pentecostés, tan sólo unas semanas atrás …. ¿acaso habría algún Pentecostés más para ella? Contuvo las lágrimas mientras se dirigían a aquella inmensidad verde oscura de enfrente. No era extraño que fueran considerados bosques sagrados. Se podía sentir algo que salía vibrando de aquel suelo para después atravesar los cascos de los caballos y, posteriormente, sus miembros – uno de los escoltas estuvo a punto de caerse de su corcel. A través del rabillo del ojo, Wenore advirtió la palidez mortal de su expresión. ¿Por qué ella, siempre tan medrosa de su propia fragilidad, se mantenía ahora milagrosamente serena? Estaba claro que Clarissant hacía un esfuerzo extremo, que los ojos desencajados traicionaban, para no perturbar la tensión interior que era habitual en su señora….y que no se traslucía en el rostro de la reina en ese momento. Aún más, Wenore parecía mostrar curiosidad por conocer cuanto yacía bajo aquel húmedo verde oscuro, espeso y aromático….pero allá al fondo un punto ligeramente luminoso albergaba un grupo de pequeñas viviendas de piedra que, no obstante, parecían absorber e irradiar, simultáneamente, toda aquella carga magnética que impregnaba el bosque entero, condensada en aquella inmensa bruma de luz verdosa penetrándolo todo…. El grupo a caballo, incluyendo aquellos recios escoltas, parecía, en cierto modo, ajeno a lo terrenal….como aquella visión de blanco que se les aproximaba.
-Mi señora y reina suprema….–¿Se podrían contar tantos cabellos negros como plateados cayendo en cascada por el pecho ataviado de blanco resplandeciente? ¿Simplemente uno de aquellos sabios del pasado? ¿Pudiera ser que había descubierto algo similar a una hoz dorada centelleando entre los pliegues de la túnica? Sin duda, era uno de aquellos que solían representar, al mismo tiempo, funciones sacerdotales y preservadoras del saber ¿Acaso todos los sabios de aquella raza tenían la misma clase de ojos, plateados y heladores? De repente notó que no había experimentado la necesidad frenética de cubrirse el pecho con la capa, algo que la hizo sentirse plenamente aliviada y segura. Como era de prever, la suavidad exquisita de este ser envolvente omitió cualquier alusión al motivo que había traído a la Reina Suprema hasta allí….. nada que ver con toda aquella basura que se contaba de las campesinas estériles y de cómo frotaban sus vientres yermos contra aquellas piedras antiguas y sagradas que, en forma de falo, se alzaban por todo el país, a fin de impetrar la fuerza fructífera de la tierra.
-Mi señora y reina…. – Había dejado que el silencio cayera durante un tiempo antes de comenzar a hablar de nuevo. Por primera vez desde que entraran en el bosque algo empezó a agitarse en el interior de Wenore . El porte del hombre – impredecible, inusual, silente – le hizo evocar asuntos extremadamente graves. Bien...a fin de cuentas ¿No era el suyo un caso de gran trascendencia?
- Mi reina, señora de nuestro nobilísimo rey…. – Súbitamente Wenore se dio cuenta de que se había dirigido a ella con la fórmula triple. Después se limitó a inclinarse – una profunda reverencia – y la guió junto a Clarissant y al grupo de escoltas hacia el interior de aquel espacio. Transportada por aquella intuición sobrehumana, no se molestó en preguntarse cómo el habría podido entrar en relación con Lady Gaynour u otras personas de su entorno. De pronto, mientras se dirigían hacia una de aquellas viviendas de piedra, se le ocurrió pensar cómo se abastecerían sus habitantes ya que no se veían campos de cultivo o granjas por los alrededores.
-En esa morada se encuentra nuestro “scriptorium” , mi señora. Los hermanos se dedican a copiar manuscritos que nos llegan de monasterios irlandeses. En otra ocasión tendréis oportunidad de examinarlos…. Claro que se dice que ya estáis bien informada de ello por las obras que vuestro padre hizo encargar en su día…. – La mente de la reina Wenore se perdió entre las ondulaciones de púrpura, carmesí y lapislázuli descubiertas en aquellos pergaminos primorosamente encuadernados en cuero…. Después de todo, quizás pudiera conservarlos si finalmente….
- ¡¡¡ ….!!! …. Mi señor…. - Turbada, la reina suprema de Bretaña fue consciente de aquel arrebato de asombro –“totalmente inadmisible en una soberana”- ante el océano gris verdoso y oscuro del fondo.
-Mi reina y señora…. – La mirada sabia del hombre, plata y azabache, destellaba --. …. No es extraño que os sobrecoja….tantos cientos de años erguidos, generando esta atmósfera sagrada…. – Sí, eran grupos de robles sólidos, inmensos, avellanos gráciles, serbales, endrinos, sauces ….. todos los árboles venerables que indicaban la presencia ancestral de lo sagrado en ese lugar, bajo el cual se sabía que corrientes de poder se entrecruzaban.
- Una bendición de la Divina Señora, que los romanos carecieran de la suficiente fuerza aquí para poder talarlos, como ocurrió al otro lado del mar…. – La mente de Wenore voló hacia los remotísimos espacios sagrados de aquella Galia de la que tanto su padre….la Gran Dama…. – sus fibras vibraron de nuevo – y sus maestros del monasterio le habían hablado…..una vez más la sangre se le encrespó evocando los alaridos silentes de cada uno de los miles de serbales, robles, tejos….consumidos en piras gigantes ….que incluso los adoradores del roble eran capaces de percibir….¿quizás vibraban aquellos de allí, arracimados detrás de la neblina turbia ante sus ojos?
- Señora….disculpadme – La mirada bondadosa y penetrante, a un tiempo oscura y metálica, inesperadamente se tornó confundida, medrosa….¿Cómo se explicaba que no hubiera reconocido de inmediato aquella tez translúcida y marfileña, la oleada masiva de cabello negro azulado, los senos exuberantes en la delicada complexión….? ¿Por qué no había previsto que la Reina Suprema pudiera estar dotada de una especial sensibilidad hacia esa dolorosa historia?....El corazón de Blaise se sobresaltó al tener rente a frente aquellos inmensos ojos de azabache, reflejo de la gran cabellera trenzada….nada que ver con el cutis rosado, levemente rojizo, el cabello cobrizo o rubio y los ojos grises y azules de la mayoría de cuantos nobles procedentes del sur de Bretaña que él conocía….salvo Lady Gaynour….
- Os vendría bien una infusión floral, mi señora….venid…. – Se dirigieron hacia uno de aquellos pequeños recintos construidos con piedra pálida…. En su interior se erguía una chimenea que no era necesario encender dado lo cálido el día pese a haber atardecido ya. Un gran lecho de paja fragante se había apilado para la reina, cubierto con pieles salpicadas de hierbas aromáticas, que acogió a Wenore una vez que aquella cocción de flores de tilo y camomila la hubiera sedado a fondo ante la mirada meditativa de Blaise.
“Mi señora Gaynour…. ¿qué habéis puesto en nuestras manos!? ¡¡Por qué no nos advertisteis!!”
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