NOVEDADES EDITORIALES

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En Amazon.com ya pueden encontrar, en formato E-book y tradicional, mis dos últimas obras "Las mujeres de Wagner" y "Las hadas de Bécquer y Wilde ", publicadas por LOS OJOS DEL SILENCIO .







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Cadiz, Andalucia, Spain
Licenciada en Filología Anglo-Germánica, hablo inglés, español, italiano y francés. Tengo publicados varios artículos sobre literatura inglesa en revistas especializadas así como los siguientes libros: "La magia celta según Gustavo Adolfo Bëcquer y la novela artúrica contemporánea" (Sevilla, 1999) "Camelot reconstruído" (Sevilla, 2000) "El hada blanca"(Sevilla, 2001) "Ector, el príncipe de negro" (Sevilla. 2004) "Las mujeres de Wagner" (2011) "Las hadas de Bécquer y Wilde" (2011) "El sueño de Calpurnia" (2012) "Wagner's Women" (2012) "La Triple Diosa y el rey Arturo" (2012) "Gades y Camelot" (2013) "The Triple Goddess in Oscar Wilde's Salome" (2013) "Solidaridad femenina en los romances medievales ingleses" (2013) "Calpurnia's Dream" (2014) "Magia y Eros en Shakespeare y Wagner"(2014) "El lamento de Calipso" (2014) "Kundry o la decadencia de la soberanía en el Parsifal wagneriano"(2015) "Las tres caras de Morgana y Ginebra : la psicología femenina en la literatura artúrica"(2016) "Verona, 1303" (2016)

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jueves, 29 de mayo de 2008

Gades y Camelot : Capítulo 8

Allí estaba de nuevo, sosteniendo ahora aquella luminosidad magnífica del mismo verde que la mirada aviesa y envolvente de aquellas fuerzas vivas que poblaban los ríos, lagos y manantiales, fundida a su vez con la claridad intensa que descendía por aquella espiral perdida en las alturas. El propio Ector se había abstenido de estar presente. Pero su irradiación permanecía allí, filtrada con la claridad que atravesaba el bajo vientre sólido y las ingles de su hermano menor, no sólo aliviando la tensión que los inmovilizaba sino también sublimando aquel impuso carnal, acariciante, natural en un joven con semejante caudal de lozanía y fuerza impaciente, ".... y, pese a todo, hermanos". Wenore vio la mirada encogida del joven relajarse, recuperar los ojos inocentes y luminosos de joven ciervo, expresando silentes lo que ella iba leyendo.
¿Cómo iba ella a aceptar su gratitud...? Sí, el hermano mayor había logrado controlarlo todo. Incluso ella misma, la Reina Suprema, le debía este acto inesperado de extraña afirmación de su soberanía... El joven Galaaz la contemplaba con admirado respeto... ¿Quizás, para él, ella era verdaderamente la soberanía cuya personificación se esperaba de su persona, según la antigua costumbre? Sí, al cabo de años... Lo contempló a través del temblor borroso... quizás... allí tendría un caso de fidelidad incalculable... justo cuando le era imprescindible contar con toda la que le fuera posible...
- Mi señora y reina – La voz fresca sonó firme y decidida. – ….Me ofrezco a vuestro servicio y al del Rey Supremo, Artorius...
- Mi señor Galaaz – La serena emoción recién brotada la hizo, quizás de forma poco regia, interrumpir el discurso que el joven Galaaz pretendía hilvanar – ...en nombre de mi señor os ofrezco su protección y tutela para que se os permita ser formado como parte de su compañía armada....-- La boca fuerte de Galaaz se iluminó junto a sus ojos oscuros y centelleantes, quizás con un punto de incertidumbre....
-Mi reina.... .... – Su muda inseguridad se disipó ante la cálida mirada de Wenore. – Os ruego que perdonéis el abusar de vuestra generosidad... – se decidió a hablar abiertamente –.... mi dulce hermano.... me necesita a su lado como el único amigo de edad parecida con el que cuenta.... pese a su vínculo fraternal con las doncellas de este lugar.... .... Sabéis, señora, tiene sobrada edad para necesitar .... .... una auténtica vida de hombre.... – Galaaz estimó prudente no seguir. No había lugar a dudas, Ector era lo sobradamente adulto como para entrar en contacto con el mundo exterior a aquel reino sin sol, relacionarse con otros varones que llevasen existencias más de acuerdo con lo considerado masculino, tras una vida entera casi únicamente rodeado de doncellas con la que con seguridad.... – el viejo calor volvió a su tez – no podría satisfacer su virilidad. Los grandes ojos taladrantes de Nenyve se aceraron con frío asombro de azabache a través de los del príncipe Galaaz y los de la Reina Suprema. La mirada de aquél –densa como miel de brezo, pensó la reina – le hizo ver claro a su madre (?) que era una decisión firme. De todas formas, era un privilegio inesperado, el tener a este hijo vigoroso y lozano sirviendo a la órdenes del Rey Supremo de Bretaña, con todas las expectativas que ello implicaba, incluyendo una ventajosa alianza.... además de abrírsele a ella. Wenore, incalculables posibilidades de influencia sobre él y, de paso, fortalecer y afianzar su propia posición en un futuro, independientemente de que el hacer de Lady Nenyve diera frutos en su vientre angustiado. Seguramente, más allá del distanciamiento aparente la laceraba el sentirse desgarrada, quizás para siempre, de aquel al que realmente había gestado en su interior y con quien de veras guardaba similitud, al menos física.
"De todas formas ¿qué futuro les aguardaría aquí? Quizás ser un personaje parecido a este Blaise....” El mismo Blaise que se aprestaba a acompañarles en su regreso a Camaalot junto a una compañía de hombres elegidos por Galaaz y que les aguardaba a cierta distancia de este reino sin sol a fin de servirles de escolta hasta llegar al reino del Rey Supremo…. Guardianes de Wenore,.Reina Suprema, el venerable sabio en cuya marea de cabellos y mirada se confundían los destellos de acero y el negro, el resplandeciente Galaaz, el impasible Ector, cuya palidez casi transparente Wenore vio encenderse levemente ante la perspectiva de abrir su vida a un ambiente muy distinto de aquel conocido desde su nacimiento. de donde había logrado llevarse consigo a aquella dama espigada y regia, cuya cabellera carmesí y ojos verdidorados contrastando con la luminosa tez alabastrina y los ropajes color verde bosque hicieron recordar a Wenore aquellas historias sobre las llamadas Damas de los Bosques, aquellos seres etéreos y feéricos de los que se decía que habitaban la espesuras húmedas. Parecía ser que guardaba una afectuosa relación fraternal con Ector desde la infancia por lo que a instancias de éste, había solicitado a Lady Nenyve el poder acompañarle hasta Camaalot. Obviamente, la señora del lugar no había puesto objeción alguna.
Y allá cabalgaban, lejos de la entrada donde ni la propia regente acudió a despedir a sus hijos : momento antes, Wenore había advertido cierto estremecimiento en su pupilas al abrazar a Galaaz, petrificadas cuando se despidió de Ector, quien bajo su controlado semblante, dejaba traslucir una emoción a un tiempo luminosa y desasosegada, al ir trepando por aquellas laderas tupidas de arboledas sagradas, evocando todo el conocimiento atesorado desde la infancia al adentrarse en ellas por vez primera. Le contempló acariciar las ramas de los avellanos, rozar con sus dedos pálidos y estremecidos las hojas de distintos verdores que formaban aquel dosel de copas entrelazadas. Wenore vio como el joven vacilaba al tocar las avellanas, casi resistiéndose a arrancarlas sin el permiso de la fuerza viva que latía dentro del árbol.
-- Mi señor Ector.... – Wenore se atrevió a comenzar, interrumpida por la mirada perdida y negra de Ector cruzándose con la suya ¿Por qué debía intervenir ahora cuando era algo más allá de sí misma, un diálogo silente entre el joven y el entorno? De pronto, le vio ahogar un grito al mirar hacia atrás. Discretamente, Wenore giró la cabeza.
No le extrañó. Una gran extensión de color azul profundo, como un mar por primera vez divisado por alguien que hubiera vivido toda su existencia allí debajo, sin rastros de las inmensas laderas cuajadas de bosques ni de aquellos pináculos espirales que desesperadamente buscaban el cielo de su tierra.... Avisados por Blaise, tanto la joven dama que los acompañaba como Ector y la misma Wenore dejaron deslizar sobre sus rostros y bustos los amplios velos oscuros que pendían de aquellos tocados de ala ancha tan parecidos a los de los campesinos y que se les había insistido en usar para protegerse de la intensa luz solar directa, a la que ni Ector ni su acompañante jamás antes se habían expuesto. El corazón de Wenore había comenzado a aguijonearla, una vez recluida dentro de su pensamiento y de su velo…. Ya no había vuelta atrás, en marcha hacia donde se suponía que estaba su hogar y en busca del intento definitivo de dejar atrás la amenaza acechante y estéril. Su señor…. Por primera vez, aquella fuerza sólida de mirada clara y penetrante y pómulos esculpìdos se apoderó de ella, haciendo que sus senos se irguieran endurecidos al tiempo que se sentía abrir, carnal y jugosa…. Tembló azorada sobre su silla, temerosa de que algún hombre de alrededor hubiera notado su excitación incipiente…. No, era imposible que hubiesen percibido algo… No obstante ¿acaso este vibrar suyo podría transmitirse en el aire?... Estos seres pertenecientes a una raza peculiar quizás gozaran de una intuición raramente intensa…. como la que ella misma había descubierto en su propio ser, captando sensaciones que cualquier otra persona consideraría improbable percibir, como había deducido a través de sus conversaciones con personas de su mayor confianza tales como Clarissant o la joven Lynet, hija de un señor menor pero a quien Wenore apreciaba de una forma raramente intensa. También se había atrevido a hacerlo con la Gran Dama, quien inmediatamente le había traspasado con su mirada glacial y negra… ¿¿mármol negro!! ….. Era ésta una cabalgada muda y solemne…. Ella misma absorta ante lo que le aguardaba en Camaalot, Galaaz soñando con la esplendorosa carrera ante sí, Ector sumido en su velada incertidumbre, exultante aunque tocado de leve, inconfesada angustia ante esta vida imprevisible que le aguardaba al otro lado del mar…. del mismo modo que la dama que cabalgaba a su lado, con la que Wenore apenas si había intercambiado alguna que otra frase cordial. Muy dentro de sí, su ser descarnado, aquél que una vez soñara que se dejaba transportar a aquella dimensión refulgente transida por los colores del crepúsculo, se estremeció contemplando aquel talle alto y grácil, la altivez afable, el restallar carmesí del cabello y la intensidad penetrante de oro verde en la mirada ….ante su propia insignificancia, pálida y oscura.
-¡Mi señora! – Clarissant se percató de cómo Wenore se tambaleaba sobre la montura. Pese al gesto disuasivo de la reina, la joven dama insistió en que el grupo se detuviera.
- ¡Señora! …. – La dama de verde intentó reprimir su impaciente exclamación. A la Reina Suprema no se le podía objetar nada pero el tiempo apremiaba y debían alcanzar puerto antes de que oscureciera. Wenore contuvo la respiración ¿Acaso una extranjera de rango inferior, estimulada por su porte gentil, se atrevía a exigirle compostura? Sin embargo ella tampoco podía permitirse exhibir su debilidad. Así pues hizo que su montura siguiera adelante; ya repondrían fuerzas durante la travesía. Mientras avanzaba al mismo paso que sus acompañantes, pudo apreciar el leve estremecimiento del príncipe Ector y su respiración alterada, sofocado por el aire cálido que se iba condensando dentro de aquella gasa sombría.
Y ya, temblorosos por el cimbreo constante de la embarcación, se acurrucaban envueltos en sus capas frente al relente del atardecer, apenas reconfortados por el queso fresco y los frutos secos regados por el vino de madreselva que habían traído para su avituallamiento. Al contrario que aquellos hombres que les habían servido de escolta, bien pertrechados de carne asada fría, queso recio y vino intenso que acentuaba aquella complexión rotunda y atezada, bastante más que la de Galaaz, pensó Ector, y cuyas miradas inquietas giraban en torno a aquel grupo velado. Con alivio, Wenore agradeció aquel velo encubridor de su feminidad, que decidió llevar puesto incluso cuando cayó la noche y las teas comenzaron a prenderse para poder abrirse camino hacia la costa del País del Verano, como lo llamaban las tribus britanas, las tierras al suroeste de Bretaña donde el clima era más misericordioso que en el resto de la isla. Tras los correspondientes atraque y desembarco, la comitiva emprendió rumbo al monasterio de donde partieran hacía ¿sólo? días. Wenore sintió que un fresco extraño, insólito para estar a mediados de verano, suavemente aguijoneaba su piel. ¿Acaso el verde intenso de las hojas no iba tornándose rojizo? El desconcierto la hizo desahogar su curiosidad con Clarissant, quien también se encontraba lógicamente confundida, incluso leyó un temor disimulado en el brillo de aquellos ojos que conocía tan bien… Sin embargo, un impulso interior la previno de interrogar a sus otros compañeros. La reina sólo pudo entrever la mirada velada y fija…. No, claro que no….
Tras una pausa prolongada en el monasterio, donde Blaise decidió permanecer – ¿por qué no debía conocerse en Camaalot que él había tenido algo que ver en la curación de la Reina Suprema? – y los demás descansaron el tiempo necesario para emprender la cabalgada, siguieron adelante. En el interior de sí misma, Wenore agradeció a Lady Gaynour, la Gran Dama, el haberla obligado desde pequeña a ejercitarse en la equitación y a mantener el mismo ritmo de práctica hasta adulta, ya como Reina Suprema. Ello le había facilitado el soportar cabalgadas tan inusualmente duras para alguien como ella, que apenas si había abandonado Camaalot durante tantos años….más de quince ya….¿dieciocho?.... la joven princesa Wenore, entregada por el rey Leodegranz al prematuramente poderoso rey-caudillo de los britanos…. ¿Qué fuerza, capacidad de persuasión o qué otra cualidad le había capacitado, además de su valor y destreza con las armas, para dominar la voluntad de tantos otros jefes guerreros de las demás tribus? ¿Acaso la presencia atlética y el aura deslumbradora que había traspasado las entrañas de la joven Wenore? …Sí, algo había oído acerca de la influencia de su anciano consejero, heredero a su vez de los adoradores del roble que también eran hacedores de los reyes cuya condición regia dependía de aquellos sabios sacerdotes….Claro que se decía de él que no era uno de tantos otros adoradores….¡Todos aquellos chismes sobre su origen demoníaco!.... En realidad, qué podía haber en aquel hombre además de todas esas historias que le habían llegado cuando ya circulaban por todos los poblados y regiones de Bretaña, cantadas por los bardos, acerca de aquella espada forjada en el Reino Subterráneo para el propio dios Lug y conservada para el mismo hombre que, en el primer encuentro entre ellos, había posado aquellos ojos agudos y claros en las curvas pronunciadas a través de la túnica… A fin de cuentas no tenía ante sí a una de tantas novias de catorce o quince años, casi púberes…. El ser de Wenore volvió a abrirse de par en par, temiendo que la montura advirtiera su turbación…. Pestañeó, intentando dominar aquella nube trémula que comenzaba a formársele entre los ojos…. A través de las lágrimas incipientes y el velo comenzaba a distinguir, borroso, aquel cerro coronado por la fortificación que, siguiendo el estilo romano, Artorius había hecho edificar para proteger el grupo de pequeñas construcciones que albergaban su residencia y fuerza militar, generada, en buena parte, por aquella generosa dote otorgada por Leodegranz de Camerlerd, aquellos ciento cincuenta jefes militares adictos a él y, consiguientemente, a su ambicioso yerno.

Gades y Camaalot: Capítulo 7

- Mi señora…. El hijo de Lady Nenyve pide audiencia con vos…. – La reina Wenore, aún tendida sobre el lecho de tejido sutil y lustroso al que había sido apresuradamente tras su desvanecimiento mientras probaba qué gema usar con el joven hijo de la Regente, en su aturdimiento confuso, escuchaba a Dame Clarissant hacer el anuncio de aquella presencia que, inmediatamente, aceptó complacida. Se incorporó en el lecho, ya que aún se sentía débil, para asegurarse de que su cabellera no estaba muy despeinada y así mismo intentar disimular su decaimiento. Cuando lo consideró oportuno, dejó que la visita tuviera acceso a la cámara.
Un hombre aún bastante joven, más bien alto, de complexión delicada, cuya tez pálida contrastaba violentamente con el negro del cabello liso y los ojos de almendra, enmarcados por unas cejas y pestañas de igual intensidad. Wenore percibió su propia confusión reflejada en ellos “no es de extrañar…sabe que yo esperaba a otra persona…. igual que él imaginaba encontrarse con otra clase de reina… una verdadera Reina Suprema “. Sí, bien podría estar valorando la escasa presencia regia, su cuerpo menudo, la inseguridad que los años le habían obligado a disimular a toda costa…. Todo aquello en esa mirada, demasiado abierta y suave para un hombre de su edad.

-Mi señora y reina…. – La voz también era suave, casi susurrante - …. Mi interés por vuestra salud me ha traído aquí tan precipitadamente…. ruego que perdonéis mi atrevimiento…..Soy el príncipe Ector, hijo mayor de Nenyve, señora de esta tierra.
- No necesitáis disculparos, mi señor Ector… la Reina suprema se siente especialmente conmovida por vuestra preocupación…. – Se había esforzado en mantener un tono en consonancia con la personalidad de una Reina Suprema. La negra transparencia de los ojos que tenía enfrente, aunque impasible, le hizo ver que, bajo la máscara de distante compostura, él había entrevisto cuán quebradiza ella era. Bien, qué le iba a hacer, había que seguir adelante…. – Así pues, sois hermano del príncipe Galaaz…
- A decir verdad, mi señora…. – la voz se había adelgazado aún más – sólo compartimos la sangre de nuestro padre, señora, el rey Ban de Benoic…. – En un alarde de confianza inesperada para alguien recién conocido y a quien su propia madre no había juzgado oportuno presentar en su momento, Ector confirmó la impresión inicial de Wenore…. Ban de Benoic…. Jamás le había oído citar en la corte…. Con toda seguridad, uno de esos señores francos cuyo ascendiente se hallaba en las tribus prerromanas de la Galia y que, por cierta nostalgia, aún se hacían llamar “reyes” equivalentes a “ duces bellorum” pero, en realidad, no eran mas que nobles sujetos al rey de los francos. Al mencionar este tema, el joven estaba poniendo en una posición delicada a su propia madre – cuya esbeltez, pálida piel y negrura de ojos y cabello él sí tenía – …. O a su hermano. Wenore vio que él también lo había advertido.
-En realidad fui engendrado antes de que mi padre se desposara con su reina, la madre de Galaaz… Soy fruto del pacto entre la Señora Regente y Ban…. A cambio de su tutela y el adiestramiento de nuestros…. hombres…. … a decir verdad, la mayoría de ellos – Wenore le vio bajar las densas pestañas negras – … Mi padre tenía el privilegio de unirse ritualmente a nuestra regente y así ….hacer que su descendencia también gobierne nuestro reino… . Aunque otros señores de alrededor tienen hombres nuestros a su servicio, sólo él tenía acceso al matrimonio ritual…. – Ector tragó saliva – por su sangre procedente de las antiguas tribus que habitaban esta tierra….
Los ojos abiertos de Wenore le contemplaron con intensidad, ávidos de escudriñar en su fuero interno. ¿Qué clase de hombre era éste cuyo atavío oscuro le daba un aire tan ajeno a la mayoría de los varones que había conocido hasta entonces? Quizás parecía pertenecer a la estirpe de Blaise, esa especie de sabio sacerdotal…. Sólo que carecía del aura fulminadora e imponente.
Mas aquella mirada, aunque inocente, atesoraba mucho más de lo que en principio transmitía.
-- Mi señora... – Wenore entendió la prolongada pausa.
--Clarissant es la sobrina de mi esposo y la dama más cercana a mí desde que era niña....
La límpida mirada azul de la muchacha fue lo bastante convincente para el joven.
- Mi reina Wenore... – La voz seguía siendo tenue mas estudiada – ... debéis de tener una rara habilidad para esta clase de sanación que nuestra raza custodia ocultamente.... – Wenore trató de establecer diferencias entre todos los aspectos que él le estaba manifestando en ese momento..... ¿quizás la estaba haciendo reflexionar sobre su propio origen?.... ¿acerca de la intenciones de Lady Nenyve con respecto a ella misma y su propio....? Sí, este hombre era sutil, más allá de la impasible candidez en la clara mirada negra y la leve sonrisa de aquellos labios llenos y carmesíes, el único rasgo de sensualidad en su fisonomía, el cual otorgaba cierta calidez a la nariz delicadamente aguileña y aquella pálida frente ensanchada por una incipiente pérdida de cabello.
-- ....Por lo que me fue posible deducir - Wenore, por fin, había hallado las palabras para seguir hablando --.... Lady Nenyve me hizo depositaria de unas gemas de mayor intensidad y magnificencia que las de las demás doncellas... – La Reina suprema se halló leyendo cada una de las preguntas en los ojos del joven – ....por supuesto que también lo hizo para ayudarme a curar mi dolencia – Wenore se detuvo horrorizada, consciente del doble significado de lo que acababa de decir.... Sí, este hombre era sutilmente ladino.... algún don inexplicable le había traído la visión de ella dentro de aquella cámara de ágata, los senos brotándole llenos dentro de aquel fino ropaje rebosando fuerza ante aquel vientre musculoso, lozano y desnudo que insinuaba una virilidad desbordante.... Wenore contempló cómo Ector era consciente del rubor que se le subía hasta la mejillas y, por tanto, de su incapacidad para actuar como una verdadera Reina Suprema.... No, no podía derrumbarse aquí, ante un recién conocido que, sin intención aparente, la intimidaba de una forma inadmisible para ser inferior a ella en edad y posición.
- Mi señora y reina, sois una dama admirable, enternecedoramente fiel a vuestro señor.... El respeto que inspiráis hace que me ofrezca a vos como servidor y, si disculpáis mi osadía, iluminaros en cuanto creáis necesario, pese a mi extremada juventud para ser uno de nuestros sabios... como el noble Blaise.... Parece ser que mi hermano el príncipe Galaaz sigue con la dolencia que vuestro.... repentino desfallecimiento no pudo aliviar... .... .... ¿qué gemas ..... elegisteis?
"¿Por qué ....?" Wenore ignoró su propia curiosidad – Lo intenté.... con cornalinas, las que probase con éxito... – Miró interrogante al príncipe Ector.
- Sí, con nuestra hermana Sybilla.... a decir verdad, sólo es una hermana emocional, como todas mis paisanas.... – Wenore vio que sus ojos aún seguían posados en la mirada de ella aunque tras ellos con toda seguridad el pensamiento de Ector escudriñaba lejos. – .... Mi señora....zafiros.... o quizás berilos azules.... lo que mis hermanas usan en casos similares.... – Las pupilas negras atravesaron los ojos de Wenore --.... una esmeralda.... sin lugar a dudas, ella os ha debido de proveer de una hermosa esmeralda deslumbradora.... Sí, no hay duda... – Los ojos penetrantes, por un momento, fueron, mármol negro, los de su madre. – No sólo aliviará su carne dolorida.... también aplacará su sangre....y su ser interno, joven e impetuoso.... – De nuevo aquel ardor rojizo le subió por la barbilla.... ¿por qué estaba abocada a desnudar su vulnerabilidad ante un joven desconocido a quien su propia madre había desestimado presentar a la Reina Suprema? .... ¿qué pretendía?
-- Mi señora.....pedid a Lady Nenyve una nueva oportunidad para ver a mi hermano.... Mas, os lo suplico, no reveléis mi papel en este asunto.... a fin de que sea plenamente a vuestra gloria.... ¿me concedéis permiso para retirarme, mi reina?

Gades y Camaalot 6

Con el cabello completamente destrenzado y tras cambiar su atuendo habitual por una vestimenta parecida a un oleaje tejido con el cabello de decena de damas ancianas y berilos o amatistas hilados, la Reina Wenore tras haber ingerido una infusión de flores adecuadas para abrir sus sentidos y, muy especialmente, cada una de las concentraciones de poder a lo largo de su ser, iba siendo conducida por Lady Nenyve entre los diversos pabellones cristalinos, diseminados a lo largo y ancho de aquel pequeño reino de claridad domada. Jamás, bien lo sabía, le sería desvelado qué era aquella densa fuerza, la luz del crepúsculo y la aurora, engendrada en el mundo subterráneo, huída desesperadamente hacia donde debía brillar…. Quizás iba a llevarle tiempo…. Le correspondía a ella irlo descubriendo…. No era éste, sin embargo, una preocupación que le obsesionase de forma especial…. ¿por qué iba a serlo ahora, en medio de aquella cabellera ondulante de luz lunar y púrpura ciñendo las curvas generosas de su cuerpo al caminar….? Wenore no había necesitado contemplarse en su pequeño espejo de cobre…. Le bastaba saberse deslumbrante como jamás lo había sido en su pequeña realeza doméstica…. Sentía como vibraba la marea de su gran cabellera suelta, el centelleo de sus ojos, la luminosidad ansiosa a través de su palidez natural…. ¿alguna vez su señor la llegaría a contemplar así…. quizás el día que….? Sus senos se endurecieron brevemente al tiempo que se sentía abrir de par en par como para recibir una oleada de virilidad violenta… los amplios ojos de acero negro la abarcaban ahora….
Wenore sutilmente controló sus sentidos. Se hallaban ante aquella espiral radiante y verde que las había recibido el día antes.
- Como habréis comprobado, señora, estamos en la cámara destinada a la sanación. Y es aquí donde seréis instruida en el arte de la curación que sólo las mujeres de nuestra raza poseen, vedado a los adoradores del roble. Me temo, mi reina, que aún no me será posible otorgaros vuestras gemas ya que aún se encuentran en proceso de purificación e…. intensificación de su poder. Necesitan varios días de exposición a la luz solar en el interior de una de nuestras agujas…. de forma que os instruiré con las mías….hasta que llegue el plenilunio para terminar de reforzar vuestros instrumentos de sanación…. que dominaréis al instante ya que es un don que poseéis dentro de vuestras entrañas más sutiles…. – ¿Acaso no debería haberla ido familiarizando poco a poco con este inesperado conocimiento de sí misma, de aquella naturaleza que parecía emerger entre la confusión y el asombro ante aquello nuevo que se iba agolpando dentro de su alma abrumada? Efectivamente, era ésta una tierra dotada de un aire especialmente sedante que, junto a cuanto se le estaba haciendo ingerir, la prevenía de un brutal, quizás fatídico colapso, sumiéndose definitivamente en aquel marasmo enloquecedor y estéril que llevaba tantos años acechándola….
-Mi señora y reina…. – Wenore reparó en que la regente, también envuelta en un vuelo de plata, lavanda y berilo, abría el mismo cofrecillo del día anterior. - Si queréis aumentar el valor, la fuerza y la energía, hay que proyectar la luz del día a través de una gema carmesí…. sobre la parte más profunda del cuerpo…. – Sostenía en su mano lo que bien pudiera ser un rubí de tamaño y fulgor anómalos - …. Claro que si deseáis aliviar los dolores del bajo vientre y estimular el deseo debéis proyectar una luz rojiza y dorada…. Como la que se filtra a través de esta cornalina. Los topacios, el ámbar o cualquier otra gema que proyecte luz dorada han de ser colocados sobre el vientre superior para aminorar los problemas óseos y estimular tanto el flujo sanguíneo como la propia radiación interior a través el cuerpo…. Si es necesario desarrollar la sensibilidad y los sentimientos así como solucionar problemas de hinchazón en los miembros y problemas de piel, habréis de usar gemas verdes – Wenore no reconoció la inmensa esmeralda del día antes… tan sólo la vio sacar una especie de cristal verde. Transportada por los destellos de plata, azul y amatista de su propio atuendo y el de la dama así como por el aire extrañamente denso, de luz matizada y verdosa, Wenore creía estar oyendo cómo su anfitriona hablaba de las virtudes de la turquesas y zafiros proyectados sobe la garganta para generar autodominio, la forma en la que había que filtrar la luz a través de una gema color azul intenso entre los ojos para sanar afecciones de garganta y evitar que las emociones se estanquen, haciéndolas fluir….
- Mi señora Wenore, veo que la fuerza contenida en este lugar os está empezando a agotar. Os convendría retiraros a vuestros aposentos. Mañana quizás podáis comprobar cómo algunas de nuestras damas utilizan sus gemas curativas, mi reina….
Wenore agradeció el ofrecimiento y se dejó acompañar por una doncella de vaporosa cabellera carmesí y dorada que se confundía con la textura deslumbrante y delicada del ropaje que la cubría. Al dejarse caer sobre el lecho, observó que tenía el mismo tacto que el tejido del atuendo que las damas del lugar lucían. Pero sabía que no podía hacer preguntas…. ¿cuándo por fin….? Después de una noche durante la cual Clarissant no notó inquietud alguna por parte de su señora, Wenore, de nuevo ataviada con aquella vestimenta casi etérea, acariciándole la piel como su propio cabello lo pudiera haber hecho, fue llevada junto a otras doncellas para ver como operaban con sus gemas, atravesadas por la luz procedente de las agujas que ondulaban hacia las alturas. La reina observó que eran pequeñas dolencias relacionadas con la menstruación o el agotamiento visual y que la mayoría de las jóvenes utilizaban granates, malaquitas, turquesas, ópalos, jacintos, ágatas…. gemas que no alcanzaban la magnitud de aquellas que viera en manos de la regente. También reparó en que sólo trabajaban en la cámara verde y en otra que parecía esculpida en cuarzo rosado. Sin duda alguna, serían las más estimables para la sanación.
Fue por ello que le pareció confuso, deslumbrador….mas significativo cuando, unas jornadas más tarde, la propia señora de la tierra sin sol le abrió un cofre tallado en madera de avellano y sauce
dentro del cual verbena y menta habían sido esparcidas, inundando la respiración y el pecho de Wenore entre aquella bruma deslumbradora, cristalina, de esmeralda, rubí, topacio, zafiro…. y otras gemas de intensidad menor…. Se esperaba de ella algo más allá de la simple labor de sanadora de aquellas jóvenes. Aquella mañana, la propia señora del lugar le anunció una llegada.
- Mi reina y señora, mi hijo el príncipe Galaaz espera conoceros….
¡Su hijo, el príncipe! El desconcierto de Wenore aumentó cuando fue llevada a un aposento que parecía construido con ágata. Teñido de luz carmesí, un joven cuerpo masculino se distinguía, el cual hizo un esfuerzo por alzarse ante la reina, quien se vio obligada a evitarlo, tomándole suavemente por los hombros…. Un ser lozano, sólido, de tez bronceada y fresca – apenas tendría más de veinte años - …. Nada que ver con aquel reino, más que evidente en el atuendo de simple lana que cubría su cuerpo de guerrero…. Quizás un principiante, como dedujo de la expresión limpia y deslumbrada, pese al dolor, de los ojos oscuros entre los rizos dorados e hirsutos….
- Mi señora, no….
-- Mi señor – Era su madre ahora quien, más enérgicamente, le había impelido a volver a recostarse –Ya veis que la reina sugiere que no os arriesguéis…. Mi señora, ha tenido que llegar hasta aquí sin poder montar en su caballo…. Un movimiento en falso que ha afectado…. sus ingles… - Wenore observó la cautela de Lady Nenyve al pronunciar cada palabra, lo cual, en contra de contra pudiera esperarse de ella, contrastaba con lo inoportuno de presentarle a éste a quien llamaba su hijo – infinitamente más ajeno a esta raza que la propia Wenore en unas circunstancias especialmente embarazosas, sobre todo ahora que, una vez solos, ella probaba a escoger entre el centelleo del ámbar o el de la cornalina para aliviar la dolencia del joven que allá abajo yacía…. – Mi señora …. – La mirada asombrada del joven la hizo consciente del fulgor plateado, malva y zafiro en el que Lady Nenyve la había hecho envolverse para acceder a la cámara donde se hallaba Galaaz… y de como sus senos y caderas pudieran ser demasiado evidentes a través del etéreo tejido…. Luego, esto era lo que la señora del lugar esperaba de ella … De lo contrario ¿por qué no se había encargado de ello la propia Nenyve, como madre, o una de las doncellas?.... hizo un esfuerzo más allá de su turbación a fin de probar sus gemas a la luz que bajaba de la gran espiral ascendente…. Quizás el ámbar y el topacio….
- Mi señor…. Dejad que la luz de esta cornalina entre….donde tenéis el dolor…. – El joven vaciló… ¿dónde?.... Sus manos, con leve azoramiento tembloroso, separaron, con la mayor precisión que pudo, la prenda de modo que el bajo vientre moldeado y broncíneo y la ingle quedaran desnudos pero intentando mantener velado el miembro viril que se adivinaba vigoroso….La angustiada Wenore sintió como el sudor comenzaba a nacerle entre las manos…. Sin duda la luz de arriba comenzaba a hacerse cálida…. Las mejillas tersas del muchacho parecían encenderse más allá de la claridad carmesí que penetraba, sus ojos ávidos y desencajados abarcando la gran cabellera negra cuyos destellos azulados se fundían con los de plata, amatista y zafiro que desvelaban la plenitud de aquellos senos y caderas, que Galaaz adivinó luminosamente alabastrinos…. “Debiera utilizar el topacio… la cornalina….quizás algo en oro rojo….”. La claridad carmesí se apoderó de su mente.
-Mi señor….

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